Relato: Cordero de Dios

Pero esta vez, aunque su padre hubiese alejado el cuchillo, lo sintió en las carnes cuando el filo atravesó la piel del carnero. La sangre empezó a manar de la herida, a caer por el cuerpo que convulsionaba hasta la tierra abrasadora. El rojo era tan intenso ante la luz del día que no parecía real. Los regueros escarlata se deslizaron como un río con vida propia hacia los pies del Ángel, creando un charco bajo ellos.